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lunes, 10 de agosto de 2015

Nueva sección "Tú eliges": ¿Es posible elegir mi médico de cabecera?



Hace tiempo que me apetecía empezar está sección. En ella me voy a dedicar a responder dudas reales y frecuentes que sobretodo me preguntan amigos cercanos o conocidos.

Uno de los mayores problemas del sistema sanitario es que el paciente desconoce su funcionamiento y posibilidades a niveles sobretodo burocraticos, y muchas veces no saben dónde acudir a preguntar o directamente sienten que si lo hacen "ofenderan" a alguien y luego se les tratará peor. Esto es un temor frecuente y que nos deja ver hasta que punto el enfoque con el que se trata al paciente es erróneo.

Hoy voy a responder una de las dudas que más he tenido que explicar a gente que conozco personalmente:

¿Puedo elegir otro médico de familia?

El médico de familia es una pieza clave para mi punto de vista en la sanidad actual, de las más importantes de esta nuestra casa. A menudo está menospreciada, se le corta demasiados recursos y se les pone en situaciones insostenibles. Para mí, es una de las especialidades más sacrificadas y bonitas de esta profesión, ya que vas a mantener contacto con tu paciente desde un principio durante toda su vida, vas a ser SU MÉDICO, con mayúsculas, al que van a recurrir como primer recurso y que vas a conocerlos a un nível muy superior al de los demás que le tratemos a lo largo de su camino. Esto ocasiona que a veces, por motivos varios, puedan surgir algunos problemas. Los médicos somos personas, nos equivocamos, no somos perfectos, podemos estar cansados, tener un comentario desafortunado, o no acertar con un diagnóstico a la primera. La falta de recursos y la presión asistencial nos deshumaniza cada vez más, obligándonos a visitas demasiado cortas para poder demostrar al paciente que realmente nos preocupamos por él, y no es solo un número de SIP. Si yo siento esta prisa por quirófanos con partes extenuantes, metidos con calzador en jornadas que nunca son de ocho horas, no quiero ni pensar en los médicos de atención primaria, obligados a programar visitas muchas veces de cinco minutos, porque no caben materialmente más pacientes.

Sea por el motivo que sea, a veces, el paciente no quiere seguir teniendo el mismo médico de atención primaria. Como ya he explicado, esta es una relación tremendamente especial, y es el médico que va a tener toda su vida, con el que tiene que sentir la suficiente confianza para comunicarle sus dudas y temores más privados. Si esta relación no fluye, esto acaba resultando en dos personas frustradas, un paciente que no se siente atendido, y un médico que no se siente útil. A veces estos problemas son temporales, pero otras veces, por motivos diversos, son dilemas que no pueden solucionarse. Ante esta situación, conozco muchísimos pacientes que optan por no ir al médico cuando lo necesitan porque sienten que no van a ser escuchados y que no no van a darles ninguna solución a sus problemas. Algunas de estas personas me han acabado diciendo: "Es que si pudiera cambiar de médico."

Sorpresa. Sí. Puedes. No me cansaré de repetirlo. Vosotros, como pacientes, sois lo más importante.

Personalmente recomiendo que ante cualquier tipo de problema tratéis de hablarlo con vuestro médico. Somos personas. Todos cometemos errores. Y a todos nos gusta saber qué ocurre cuando algo no funciona. Pero si esto no funciona, podemos pedir un cambio de médico sin ningún tipo de problema.

¿Cómo se hace?

Este es un trámite que puede realizar cualquier persona (mayor de edad, en caso contrario, tutores legales) en disposición de su tarjeta de atención sanitaria. Puede realizarse durante todo el año y puede hacerse de forma presencial o por correos. El mismo procedimiento es para pedir un cambio de profesional sanitario como de centro sanitario.Presencialmente puedes hacerlo en el centro donde quieres ser atendido o en alguno de los registros de la GVA sanidad.

Lo más sencillo es ir al departamento de atención al paciente presente en el centro donde deseas ser atendido o trabaja el profesional al que quieres hacer el cambio. Allí te darán una hoja a cumplimentar y ya está.

La solicitud es esta, por si queréis llevarla cumplimentada desde casa:

http://www.gva.es/downloads/publicados/IN/19107_BI.pdf

¿Tan fácil?

Tan fácil.

Según la web de la GVA-SAN:

Una vez presentada el jefe de zona básica del centro de salud en el que preste servicio el profesional elegido o del centro objeto de elección, o el comisionado de la conselleria con competencias en materia de sanidad en el caso de que se trate de un departamento bajo el régimen de concesión administrativa, dará traslado inmediato de la solicitud al profesional elegido, para que emita un informe preceptivo pero no vinculante, y resolverá la comunicación en el plazo máximo de 15 días hábiles desde la fecha en que tuvo entrada la solicitud en el órgano competente para su tramitación.

Resumiendo, tienen quince días para contestar, sino, ve a preguntar qué pasa.


En caso de que se estime la solicitud, se actualizará en el Sistema de Información Poblacional (SIP) la nueva asignación de profesional de medicina de familia, pediatra y/o centro sanitario. La denegación deberá constar por escrito, en la que se expresarán los motivos de denegación, debiendo notificarse la misma en un plazo máximo de 15 días hábiles desde que la solicitud tuvo entrada en el registro del órgano competente para su tramitación.

Resumiendo de nuevo, si dicen que no, tiene que ser por escrito y te deben decir porqué, porque puedes recurrir si quieres.

¿Cuando me pueden decir que no?

Remitiéndome de nuevo a la web:

Son causas de denegación:

1.Cuando no concurran los supuestos contemplados en el decreto.

¿Qué decreto? Este: http://www.docv.gva.es/datos/2015/05/21/pdf/2015_4539.pdf

2.Cuando el profesional de medicina de atención primaria o especialista sea responsable de la atención sanitaria de un número de personas que exceda de la población asignada por médico o la lista de espera, en cuyo caso quedaría vulnerada la garantía de una asistencia sanitaria de calidad.
3.Cuando no se salvaguarde la buena relación profesional sanitario-paciente.
4.A la vista de la motivación contenida en el informe del profesional sanitario o servicio de atención especializada cuya elección se ha solicitado.

¿Qué pasa si me dicen que no?

La denegación podrá ser recurrida en alzada ante el gerente del departamento de salud al que pertenezca el jefe de zona básica del centro sanitario que ha denegado la solicitud. En los casos en los que la denegación se haya efectuado por el comisionado de la conselleria con competencias en materia de sanidad, la resolución podrá ser recurrida en alzada ante la persona titular de la Secretaría Autonómica de Sanidad.

El plazo para presentar el recurso será de un mes a partir del día siguiente a la notificación de la resolución denegatoria, o tres meses si no se hubiera dictado resolución a partir de los 15 días hábiles desde que la solicitud tuvo entrada en el registro del órgano competente para su tramitación, de conformidad con lo establecido en los artículos 114 y 115 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común.

Os invito a que acudáis ante este tipo de dudas al centro de atención al paciente de vuestro centro, y espero que os haya sido de utilidad esta información.

Un abrazo a todos! Seguid disfrutando del verano!

Dra. Casado

lunes, 3 de agosto de 2015

Hola, soy tu anestesista, y voy a cuidar de ti.



Hola, soy tu anestesista, y voy a cuidar de ti.

Probablemente es la primera vez que nos veamos, tanto si estás por una urgencia en quirófanos o si estás programado desde hace meses. Lo más probable es que el anestesista que te vio en la consulta no sea yo, sino uno de mis compañeros, que te hizo un montón de preguntas y te miró bien de arriba a abajo hasta que se aseguró de que sabía todo lo necesario para que podamos tratarte de la mejor forma y preveer todo lo que pueda pasar, para que tú, no tengas ningún problema. Y mi compañero, lo anotó todo, ordenada y minuciosamente para que yo, que te voy a ver ahora me lo haya estudiado antes de vernos.
Así que es la primera vez que nos vemos, pero yo ya te conozco. Se que una vez tuviste una faringitis que te dejó tocada la garganta, o que una vez te operaron del dedo meñique del pie. Sé que te tomas todos los días las pastillas de la tensión, o para la diabetes. Sé que te pone muy muy muy nervioso o nerviosa los espacios cerrados o que tienes insomnio. Se todas estas cosas porque mi trabajo es ni más ni menos, que cuidar de ti. Desde el momento en que entras en las salas verdes del palacio de los quirófanos hasta que te vuelves a tu habitación con los que te quieren. Somos tu família, durante el tiempo que estás en este país estéril, eres lo que más nos preocupa. Así que no tengas miedo.
Sé que estás asustado, o asustada. Tanto si es la primera vez que te operas de algo como si ya es la sexta vez que vienes por nuestra casa. 

También entiendo que pone los pelos de punta ver a tanta gente, gente que no conoces de nada, que todos van de verde, con pijamas enormes y esos gorros tan raros, gente que deja de ser persona, y se pone esas mascarillas de aliens o de malos de pel·lícula. No importa que tengas cuatro añitos o que tengas ochenta. Da miedo entrar a un quirófano. Da miedo pensar en todo lo que podría pasar. Todo lo que podría salir mal. ¿Y si sangro demasiado? ¿Y si no puedo respirar bien? ¿Y si no se me duermen las piernas y siento dolor en la operación? ¿Y si me despierto y no me puedo mover? Esos miedos, terrores nocturnos, de película de terror, son normales, son totalmente comprensibles. Pero tienes que confíar en que me he dedicado a preveer todas esas posibilidades para que tú puedas olvidarte de ellas. Mi trabajo eres tú. No es tu enfermedad. No es tu pierna rota. O tu corazón enfermo. No es tu apéndice. O tus cataratas. No me preocupa solo que te dejes de operar. Me preocupa que estés bien.


Quiero que sepas que voy a estar contigo. Desde que entres por la puerta, hasta que vuelvas a salir. Seguramente te voy a preguntar como te llamas en casa, y te voy a llamar igual, porque no eres un número, eres mi persona favorita en este momento, y quiero que te sientas como en tu lugar seguro. Tienes que saber que no solo voy a anestesiarte para que no sientas dolor, recuerda que puedes confiar en mí. Que si quieres llorar, puedes hacerlo. Si quieres que te de la mano, recuerda que no me voy a apartar de la cabecera de la camilla durante toda la operación. Puedo estar dándote la mano el tiempo que haga falta. Voy a preocuparme de que estés tranquilo o tranquila, de que no te duela la horrible, horrible, horrible (larga, e incómoda) postura de esas camillas de quirófano. Y voy a estar vigilando que todo vaya bien. Puedes preguntarme cómo va la operación. Y si estás dormido o dormida, cuando te despiertes puedes tener algo claro: Tu família del quirófano seguirá contigo.
Lo más importante es que sepas que no estás en un lugar extraño, rodeado de desconocidos. Estás en tu casa, la gente de aquí se esfuerza en trabajar por la gente que viene a vernos de visita. Y aunque no nos hayamos visto antes, puedes apostar a que no voy a olvidarme de ti en una temporada. Porque lo más importante para mí, lo que me hace feliz, es cuando sales de la operación y me dices: Estoy fenomenal! No me he enterado de nada!

Porque mi trabajo es ser invisible. Mi trabajo es que no se note que he estado trabajando como una loca durante varias horas para que todo esté bajo control. Porque me largo con el sufrimiento a entretenerlo y despistarlo para que te deje en paz mientras yo esté presente. Soy el caballero que protege la puerta de tu armario para que no salgan monstruos.



Hola, soy tu Anestesista, voy a estar contigo todo el rato, porque quiero cuidar de ti. Venga, sonríe, ¡que en un ratito, te vas a casa!

domingo, 19 de julio de 2015

Historias de pijamas verdes: ¿Por qué anestesia? (Men, I love my job). Primera parte.



Siempre me ha gustado ayudar a la gente, cuidar de ella y, en gran medida, alejarlos del dolor. Quizá pueda parecer que todos los médicos cuidan de la gente, pero no es así. Todos lo médicos aspiran a “curar” a la gente, a sus pacientes, pero no todos sienten el impulso de “cuidar” de ellos. Y curar y cuidar, solo hay que mirarlo en el diccionario, no es lo mismo.

De pequeña, supongo que entre los cinco años y la comunión, quería ser monja. Me parecía un oficio muy válido, podías estudiar, leer libros antiguos en bibliotecas en monasterios, y tu vida era devoción hacia la gente. Ayudar a la gente, de nuevo. Joder, parecía una opción genial, ¿No? Además, te mantenían, tenías una cama, un techo, comida,  y una enorme familia a la que ayudar. Claro que por aquel entonces yo  era creyente, de los de verdad, creía en Dios, un Dios que te escuchaba, no una fuerza, karma, movimiento cósmico, energía inteligente, aliens (whatever you wanna call it, men). Yo creía en algo cabrón y vengativo, algo pasota, pero que al fin y al cabo te escuchaba y te hacía caso. Luego ya me di cuenta que no. Y que el sistema eclesiástico era una patraña (ojo, la religión es una opción personal cuyos valores iniciales suelen ser comunes en todas y bastante moralmente aceptables, luego las perversiones ramificadas son otro tema. Pero la jerarquía católica, su amasamiento ingente de bienes y sus moralismos baratos y poco humanitarios me repugnan, ergo formar parte de su sistema, un sistema que no consideraba que la mujer tuviera alma hasta el segundo concilio de trento. Pues hombre, a ver, ¿Qué queréis que os diga? Un poco masoquistas tendríamos que ser).

Muchos años después seguía con ese deseo de cuidar a la gente. Siempre he intentado llevar un poco de luz a quién está falto de ella. Abrir ventanas de madera podridas en habitaciones que huelen a cerrado, a polvo y a tristeza. Y sobretodo, espantar el dolor cantando. Soy una idealista. Esto es así, culpad a mis padres, o a mi madre sobre todo, mi padre es bastante poco halagüeño. Pero así me parieron y así sigo. No fue difícil cuando empecé a valorar opciones de profesión incrustadas en esta sociedad de engranajes mal aceitados por el estado decantarme por la medicina. Eso, y que las ciencias del cuerpo humano me han fascinado desde que cogí mi primer libro de biología en la ESO). Miento. Ya de pequeña tenía mi microscopio real y me pinchaba los dedos para ver la sangre con mis portaobjetos de cristal y mis fijadores y otros potingues químicos que buscaba en mi enciclopedia vieja, comprada en un rastro. Pero bueno, yo era un niña muy rara, y esto también es así, no nos vamos a engañar a estas alturas.

Estudié la carrera con mucha ilusión, pese a las trabas administrativas y un modelo de estudio más centrado en calentar sillas y empollar exámenes que en aprender empatía y habilidades prácticas. Pero aprendiendo, algo peor de lo que deberían de enseñarnos. Estaba en el grupo en valenciano, un grupo pequeño, que gracias a Dios no estaba podrido con la competividad que sé que ha existido en la carrera de Medicina desde tiempo inmemoriales como moneda de cambio. Éramos bastante cordiales entre todos, nos conocíamos las caras, y los profesores nos tuteaban y se acordaban de lo que les preguntabas en clase. Es la ventaja de los grupos reducidos y de una lengua materna arraigada y querida, que ya de per sé, une a quien la habla. Recuerdo con cariño a mis profesores de la facultad, a unos más que otros, pero los tengo en mi memoria con sus idas de olla y su pasión por lo que hacían. Por su trabajo como brillantes investigadores, mejores médicos y sobretodo su humanidad personal y su devoción por la enseñanza. Todavía tengo contacto con muchos de ellos, y doy gracias cada día de no encontrarme con personajes que mataran mis ganas de evolucionar en el mundo de la sanidad, sino que picasen mi curiosidad, con dureza y con cariño a partes iguales. Con segundas oportunidades, con cumplidos cuando hacías un buen trabajo, con reconocimiento y con exigencia. Maravillosas personas que habitaban objetivamente la más bonita facultad de Valencia, si es que te gustan los edificios antiguos. Con su grandiosa escalinata y sus techos abovedados, luminosa, ante todo, que cambiaba con las estaciones de color en sus puertas amantísimas, abiertas a Blasco Ibáñez. Mi facultad, mi pequeño templo del saber en la ciencia de sanar. Mi casa. Siempre. Mi hogar.

Me voy por las ramas. Soy también muy dispersa. Pero me centro ya. Focus. FOCUS.

¿Por qué anestesia?

Anestesia, es la gran desconocida de la carrera. La amiga fea. La que siempre (SIEMPRE) está ahí pero nadie la ve como su novia.

Pero ya me he enrollado bastante por hoy, así que mejor de ese otro gran amor en mi vida, os hablo mañana.

sábado, 18 de julio de 2015

OCHO MITOS DE LA ANESTESIA PARA SUPERAR



Mi preferida es la última, muy lógicamente.

1.    El mito: necesito una prueba para saber si me va a ir bien con la anestesia o si soy alérgicoLa realidad: es muy poco probable que alguien sea alérgico a la anestesia. Por esta razón ¡no hay tal prueba! No existe un estudio que determine si un paciente es alérgico a la anestesia o si resistirá la cirugía. Lo que sí existe es una valoración previa del paciente, donde el especialista evalúa sus condiciones físicas y, solo si tiene antecedentes patológicos o quirúrgicos que hayan tenido alguna complicación, solicita exámenes. A los pacientes que vienen del extranjero se les recomienda esperar tres o cuatro días antes de someterse a una cirugía, ya que primero deben adecuarse al ambiente.

2.    El mito: si me aplican anestesia epidural voy a quedar paralítico o no volveré a caminar bienLa realidad: la técnica anestésica hoy en día es muy segura; sin embargo, existe una posibilidad muy remota de tocar un nervio con la aguja. Si esto llega a ocurrir es posible, con la queja del paciente, retirar el instrumento antes de inyectar el anestésico.

3.    El mito: me voy a volver adicto a los opioidesLa realidad: los opioides son drogas similares al opio que se emplean, de manera frecuente, para aliviar el dolor. Entre las más reconocidas se encuentran lamorfina, la codeína y la metadona. En efecto, podría desarrollarse una adicción si se recibe una cantidad significativa de anestesias seguidas.

4.    El mito: cuando despierte de la anestesia puedo revelar algunos secretosLa realidad: el despertar de cada individuo es particular. Se han presentado casos donde las personas lloran, gritan, les da temblor, náuseas o vómito, pese a que se les administra previamente medicamentos analgésicos para ayudarlos a tener un mejor retorno al estado de conciencia. Sin embargo, este mito tiene su razón de ser, pues el barbitúrico (fármaco que actúa como sedante del sistema nervioso central y produce desde sedación suave hasta anestesia total) pentotal sódico se usó por mucho tiempo como suero de la verdad.
5.    El mito: los medicamentos anestésicos me van a dañar el cerebro o no despertaré jamásLa realidad: los estudios realizados actualmente han encontrado que la anestesia general si puede producir muerte de las neuronas, pero esto solo es posible en edades muy inmaduras y en pacientes mayores. Por otra parte, la probabilidad de que un paciente muera durante una cirugía debido a la anestesia es muy poca..

6.    El mito: suminístreme poca anestesia, no sea que se le pase la mano
La realidad: 
la anestesia no es poquita ni mucha sino la que necesita el paciente. Por lo regular, los medicamentos se administran por kilo de peso, algunos por peso total y otros por peso ideal. Así, si un paciente pesa 200 kilos, la anestesia le será suministrada según su peso ideal que pueden ser, por ejemplo, 70 kilos.

7.    El mito: no puedo hacerme varias cirugías en un año porque me da hepatitisLa realidad: hoy en día no existen restricciones al respecto. Un paciente puede exponerse a cualquier cantidad de anestesia de acuerdo con las indicaciones médicas. Hace algunos años se debía esperar dos años entre una cirugía y otra porque se podía presentar una hepatitis, pero esto ya ha sido revaluado.

8.    El mito: el anestesiólogo solo aparece al inicio y al final de la operaciónLa realidad: la presencia de estos especialistas es transcendental en casi cualquier práctica médica, ya que tienen la responsabilidad de estabilizar los sistemas vitales y corporales de los pacientes (especialmente el cardiovascular y el respiratorio). Durante la cirugía el anestesiólogo no va a tomar café, pues debe estar monitoreando cada una de las respuestas de los órganos del paciente y su condición en el transcurso del procedimiento. 


fuente: http://elfrente.com.co/ahora/ocho-mitos-de-la-anestesia-para-superar/

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miércoles, 17 de junio de 2015

Humus de Aguacate



INGREDIENTES 
  •  400gr de garbanzos cocidos
  • 1 o 2 aguacates maduros grandes
  • 1 cda de sésamo tostado
  • 2 cda de ajo molido
  • 1 limón exprimido
  • Comino en polvo
  • 2 cdta de aceite de oliva virgen extra
  • Sal ,pimienta negra
Preparación (humus):
Mezclar en el vaso de la batidora los garbanzos ya cocidos, lavados y escurridos con el ajo molido hasta que queden hechos una pasta. Pelamos y troceamos el aguacate maduro. Batimos de nuevo. Añadimos el resto de ingredientes:el zumo de limón, el sésamo y una cucharadita de aceite de oliva, sal, pimienta negra y comino al gusto. Decorar con pimentón dulce.

domingo, 14 de junio de 2015

Alternativas al puré de patata: Puré de coliflor.

 Vale, asumo que en mi caso no es complicado abandonar las patatas porque soy una adicta a la coliflor, y de todas las formas posibles de cocinarla. Pero os animo a darle una oportunidad a esta receta, porque os sorprenderá el sabor, y creedme, no tiene color en cuanto sus valores nutricionales con el puré de patata tradicional.


Ingredientes:
  • Una cabeza de coliflor
  • Tres dientes de ajo picados
  • Una cucharada de aceite de oliva.
  • Sal hiposodica, pimienta molida.
  • Nuez moscada o comino.
Preparación
  • Corta la coliflor en ramilletes del mismo tamaño y ponlos en una olla con rejilla para cocinar al vapor.
  • Pica finamente el ajo y añádelo al recipiente.
  • Calienta la olla con agua en el fondo durante unos veinte minutos, si es una olla a presión con diez tendrás de sobra.
  • Pon la coliflor y el ajo en el recipiente de la batidora.
  • Añade el aceite de olvida, sal hiposódica, pimienta y nuez moscada en polvo o comino en polvo.
  • Bate hasta conseguir un puré fino.

La coliflor tiene cinco gramos de hidratos de carbono por cada 100 g de peso.
En comparación, las patatas tienen 17 gramos, tres veces más.
100 gramos de este puré  contiene aproximadamente 35 kcal, mientras que 100g del típico puré de patata con mantequilla que además contiene grasas de origen animal, oculta 150 kcal o más, según la cantidad de mantequilla utilizada. 

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